

El CĆrculo de Hermes

La madre de Hermes se puso a llorar, Ć©l era lo Ćŗnico que le quedaba en la vida. Tras la muerte de su marido, ella y el entonces bebe Hermes se habĆan trasladado a esta ciudad para comenzar una nueva vida. Ella sola levantó la casa con mucho sacrificio y esmero, a duras penas habĆa podido crear un pequeƱo huerto que le servirĆa de sustento. Poco a poco fue adquiriendo animales, vendĆa la leche y los quesos que ella misma fabricaba. Estaba dispuesta a renunciar a todo esto menos a su Ćŗnico hijo.
-Hermes no se va-. Dijo entre sollozos.
El muchacho la miraba atentamente, Ć©l harĆa lo que su madre dijera. Aun sabiendo el destino que le podĆa esperar si se quedaba. A Bato no le extrañó la respuesta, era de esperar que no quisiera desprenderse de su hijo. Se quedo en silencio y suavemente agarro las manos de la mujer retirĆ”ndoselas de su rostro. Con voz firme y serena dijo:
-Ambos sabemos que es lo mejor para Ʃl-.
- Tan solo tiene trece años-. Dijo la mujer mientras miraba acongojada hacia la mesa. Bato permaneció en silencio.
La mujer levanto la cabeza y lo miró fijamente a los ojos, tras unos segundos asintió.
Hermes no se lo podĆa creer, su madre habĆa dicho que sĆ. El corazón le palpitaba fuertemente, al fin verĆa mundo, viajarĆa a tierras lejanas y nada menos que con un miembro de la corte real. ĀæPodĆa ser mejor?.
Bato respondió satisfecho.
-Has hecho lo mejor-.
La mujer siguió llorando con las manos sobre su rostro. Hermes se levanto y la abrazó enérgicamente.
-Muchas gracias, madre-.
Bato decidió dejarlos a solas. PartirĆan pronto, antes del amanecer, el objetivo de tanta premura era evitar que los vieran salir del pueblo. AsĆ que se levanto y fue hacia su habitación, era muy pequeƱa pero acogedora. Se quito su ropa raĆda, debajo tenĆa el uniforme oficial del reino de Aden, nunca se sabĆa si podrĆa ser necesario. A bato le hubiera encantado desprenderse de una manera tan sencilla de aquella barba tan incómoda pero era el punto fuerte de su disfraz. ĀæQuiĆ©n podrĆa reconocerlo con aquellas pintas andrajosas?. NingĆŗn alto cargo le prestarĆa atención a un viejo vagabundo. Se tumbo en el lecho, su espalda se enderezó dolorosamente, llevaba tanto tiempo fingiendo estar encorvado⦠pareciera que la parte posterior de su cuerpo le habĆa tomando el gusto a permanecer con tan molesta posición.
Sacó de su uniforme un pequeƱo papel, siempre lo llevaba encima. Lo miro dulcemente, en Ć©l habĆa un pequeƱo retrato de NĆ”yade dibujado a carboncillo.
-Lo cuidaré lo mejor que sé. Haré de él un buen hombre, valiente y audaz-. Besó el retrato y lo guardó de nuevo junto a su corazón-.
La noche pasó rĆ”pido, habĆa llegado la hora de partir asĆ que fue al lugar donde habĆan cenado la noche antes. Hermes dormĆa junto al ya extinto fuego con unas mantas que apenas le separaban del frio suelo.
-Muchacho, es la hora de irnos-. La suave agitación no fue suficiente para despertar a Hermes asà que Bato tubo que zarandearlo para conseguir que se despertara.
-¿Ya es la hora?-. Se froto los ojos enérgicamente y miro hacia la ventana mÔs cercana.
-Pero si aun es de noche-. Se dio media vuelta y siguió durmiendo.
Bato lo levantó agarrÔndole del brazo.
-A partir de ahora me obedecerÔs, el cometido que te espera es arduo y no podemos permitirnos un error, hay demasiado en juego, ¿Lo has entendido Hermes?-.
El chico asintió despacio, con una expresión seria. HabĆa comprendido en aquel momento que tendrĆa que dejar de ser un niƱo. Bato confiaba en Ć©l y por supuesto harĆa todo lo posible por no defraudarle.
Hermes no tenĆa muchas posesiones asĆ que organizó su equipaje rĆ”pido. La madre del chico habĆa preparado leche caliente para desayunar y un poco de pan con manteca. PermanecĆa distante, simplemente habĆa asumido la pĆ©rdida del muchacho. Bato se acercó a ella y le dio una bolsita de cuero. Reticente se la aceptó, tiro de los dos Ćŗnicos cordones que la mantenĆan cerrada.
-No puedo aceptarlo-. Dijo cerrƔndola y devolviƩndosela a Bato.
-Insisto. Ni todo el dinero del reino podrĆa pagar lo que te estoy arrebatando-.
- Ā”Pero con esto podrĆa comprarme una casa en el mismo Aden!.-
-Eres libre de gastÔrtelo en lo que creas mÔs conveniente, ahora es tuyo. Solo te pido una cosa, no le cuentes a nadie que yo he estado aquà y mucho menos la conversación que tuvimos ayer, es de vital importancia que Hermes permanezca en el anonimato hasta el momento preciso-.
La madre del chico asintió conforme.
Hermes se acercó a ella, la querĆa muchĆsimo pero sentĆa que por fin habĆa llegado su momento. Siempre tuvo la sensación de tener una importante misión que cumplir. AsĆ que tras darle un fuerte abrazo se dio media vuelta dejando atrĆ”s todo aquello que hasta aquel momento habĆa sido todo su mundo para comenzar una nueva vida.