

El CĆrculo de Hermes

Una vez en Aden, Bato le habĆa dicho que enseƱara el emblema en la puerta del palacio real, que ellos le conducirĆan ante el mandatario y efectivamente asĆ fue. Mientras avanzaba por los pasillos lujosos acompaƱados por un par de escoltas pensó que sin duda la gente que le habĆa descrito Aden se habĆan quedado cortos. ĀæCómo serĆa el rey?, nunca lo habĆa visto. Bato le advirtió que tuviera cuidado con quien hablaba y sobretodo que estuviera atento a posibles espĆas. SabĆa bien que dominaban el arte del camuflaje por eso mantenĆa siempre todos los sentidos activados.
Los escoltas se pararon ante un gran portón, uno de ellos le dijo que esperara y asà lo hizo. Al rato salió un hombre menudo, vestido de forma extraña, este le dijo:
-AcompƔƱame Hermes-.
El joven se habĆa extraƱado de que supiera su nombre. Eso querĆa decir que ya lo estaban esperando.
El extraño hombre se introdujo en la habitación y Hermes fue tras de él.
La estancia estaba muy oscura, solo entraba un hilo de luz a travĆ©s de las cortinas de un enorme ventanal, por lo que pudo intuir la habitación era enorme, poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad. Ahora veĆa una habitación algo recargada y en medio una enorme cama. El hombre que le habĆa invitado a entrar le seƱaló justo hacia ese lugar y dijo muy sereno:
-Se halla ante ti el mayor de los soberanos, el majestuoso rey de Aden.
Hermes se acerco despacio, en el lecho solo habĆa un anciano acostado, su cara apergaminada se veĆa sin vida. Vaciló antes de acercarse mĆ”s, de la cama salió una cadavĆ©rica mano que le indico que se acercara. Hermes obedeció a dicha orden y suavemente dijo:
-Mi nombre es Hermes, gran alteza. Me envĆa Bato, vuestro leal mensajero. Ha sido mi maestro durante aƱos-. Hizo una pausa.
El hombre con ropas extrañas se acercó de nuevo a Hermes y le dijo:
-AcƩrcate mƔs muchacho-.
Hermes se acercó aun mĆ”s, en una posición tan próxima a la cama podĆa ver mejor al anciano rey, estaba peor de lo que se imaginaba, sus ojos vidriosos le miraban, asĆ que decidió continuar hablando:
-Bato me ha enseƱado todos sus secretos, estoy dispuesto a hacer lo que me mandƩis, alteza-.
Un hilo de voz salió de los labios del moribundo. Hermes no entendió lo que dijo asà que se acercó mÔs a la cama. El rey repitió entre ahogado la misma frase:
-¿EstÔs dispuesto a crear un mundo mejor?.
Hermes se quedó mirĆ”ndole. Las leyendas contaban lo grandioso que habĆa sido y el magnĆfico imperio que habĆa creado, ahora se veĆa tan dĆ©bil. Le vino a la mente la frase que le dijo Bato ātodos los reyes muerenā y lo comprendió todo. Bato no solo le habĆa estado adiestrando para liderar el cĆrculo, querĆa que fuera el futuro rey de Aden. Todo cobró entonces sentido.
-Me niego a ser uno mƔs. Me asegurarƩ de que la paz reine de nuevo y puede estar seguro de que todo asesino pagarƔ por sus actos-.
Hermes pudo ver como sus palabras hacĆan que el rostro del rey se relajara poco a poco. Sus ojos antes apagados se veĆan llenos de paz. El rey le extendió la mano y Hermes se la tomo con mucha ternura. Fueron los Ćŗltimos minutos de una leyenda.
El extraño hombrecito se acercó a Hermes y le dijo:
-Para el mundo el rey no ha muerto, ahora tu gobernarĆ”s bajo las sombras, alteza-. DespuĆ©s se fue de la estancia por la misma puerta donde habĆan entrado.
Recordó las palabras de Bato āA ti no te conocenā. Por supuesto, podrĆa mejorar el mundo sin correr el riesgo de ser asesinado. Una puerta secreta se abrió en la estancia y apareció un hombre encapuchado. Hermes se sobresalto. El hombre se bajo la capucha y dijo:
-ĀæPreparado para dirigir el cĆrculo, Hermes?-. Se dio media vuelta y susurro:
-AcompƔƱame-.
Y desapareció por el oscuro pasadizo tras la puerta secreta.
-FIN-